En El Invernadero, por ejemplo, pintamos los cerramientos de negro, creamos molduras similares a las de las estaciones de tren del XIX, recuperamos las chimenas de mármol y lo refrescamos con abundantes plantas en tiestos de cerámica esmaltada y unos maravillosos suelos de calzada portuguesa hechos a mano. En el Colonial, el más grande de los dos, con capacidad para 600 personas, una moderna barra de ladrillo hueco pintado de blanco dialoga con una cristalera de hierro industrial, lámparas de latón, celosías de madera o una pérgola clásica. La mezcla funciona.